Reseña: "Una reina perfecta" y "La arquitectura del océano", de Inés Garland



"Hace meses que me observa en silencio, como si quisiera aprender a defenderse de mí, de mi amor inconstante, de los cambios de humor secreto que me llevaron un día, de golpe, a deshacer nuestra vida". (Fragmento de "Azul turquesa", incluido en "Una reina perfecta").


Inés Garland, autora nacida en Buenos Aires en 1960, escribe desde los 10 años, pero fue recién a los 17 cuando empezó a mostrar sus escritos. A partir de allí fue guionista, escritora por encargo, colaboradora de diferentes publicaciones y editora de una revista. 

En esta ocasión, resulta adecuado comentar mi entusiasmo por hacer una reseña sobre estos cuentos breves, pero íntegros. Ante todo, podría destacarse la destreza que posee Inés como escritora. Propone al lector una serie de escenarios cotidianos en los que participan personajes fieles a la realidad. La manera que tiene Garland para retratarlos es impecable, cómo personifica a los adultos es una muestra de dominio de los estereotipos que se encuentran día a día, y con ellos se sumerge en una serie de eventos que denotan desamor, ausencia, tristeza, decepción y envidia, como también el recurrente enfoque en la sexualidad y el cuerpo. Sin embargo, los personajes más llamativos, y protagonistas, son niñas o adolescentes, exceptuando el caso de "Azul turquesa", donde la protagonista es una madre desanimada que viaja con su hija pequeña, a Brasil, en un intento por dejar atrás su reciente separación con el padre de la niña. 

Inés supo captar la esencia de los libros de cuentos; montar un universo conceptual que atraviese a cada uno de ellos. Los cuentos parten de una emoción o experiencia personal, como en "La penitencia", dándole así un tinte autobiográfico, para luego tomar vuelo. Quizás por ello, puede verse reflejado tan fuertemente el sentimiento de ausencia de los padres, aún estando presentes, aunque solo fuese de manera física. O, podríamos hablar también de los ineludibles veranos con una niñera perniciosa, cruel. O, tal vez, de una niña ya no tan inocente que se encuentra en el traspaso a la adolescencia, pero que desea indagar el mundo de los adultos, que tantos enredos intenta esconder. 

Los comentarios sutiles, pero a la vez pertinentes, recrean escenas de una dimensión que trasciende la ficción. Introduce los detalles en descripciones no detalladas. Así, le brinda al lector las herramientas para completar la escena visualmente, los detalles más profundos, y, sobre todo, le permite sentir, fundamental espacio para la autora. Aquí, en este sentir, es donde se inserta la entrega, tanto de la escritora como del lector, que emana una fusión sublime. 

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