Un alma en pena escribiendo poesía - Reflexión sobre Richard Brautigan
¿Pasar adónde?
A veces saco mi pasaporte,
miro mi fotografía
(no muy buena, etc.)
solo para ver si existo.
Tokio
12 de junio de 1976
Taxista
Me gusta este taxista,
que corre a través de las oscuras calles
de Tokio
como si la vida nada significara.
Me siento igual.
Tokio
17 de junio de 1976
10 p.m.
Fragmento 2/ Tener
Encuentro la palabra tener escrita de costado
sola
en un papel.
No tengo idea de por qué la escribí
o cuál era su destino final,
pero escribí la palabra tener cuidadosamente
y luego paré
de escribir.
Tokio
tal vez junio de 1976
Hace dos semanas, quizás fortuitamente, me encontraba leyendo estos poemas. Pertenecen al novelista y poeta Richard Brautigan, quien los unió en un libro titulado "30 de junio, 30 de junio". A mi parecer, es una colección de poemas escritos en ese período de un año, en el cual se situaba en Tokio. Debo decir que no me interesé, y hoy al escribir esto tampoco, por el título, o el autor en sí mismo; definitivamente no es ese el motivo que aquí me convoca. El día que tuve la oportunidad de leerlos me inquieté de un modo extraño, en algún punto sentía una contradicción que me molestaba, porque no sé si quería realmente leer sus poemas; me resultaban deprimentes, pero a la vez, veía en ellos a un hombre haciendo arte a partir de la tristeza y, por algún motivo, eso me parece un hecho admirable. Quienes tienen el talento, porque así lo considero, para retratar la tristeza enmarcándola bellamente, de forma inevitable me cautivan; siempre lo hicieron. Cuando finalicé la lectura, me invadieron una serie de preguntas, ante todo me preguntaba ¿por qué?, ¿por qué ese sentimiento de soledad?, ¿por qué denotaban tanta ausencia sus poemas? Ahí entendí que mi impotencia radicaba en no entender el por qué este hombre se sentía así, en cuál fue su inspiración para semejantes poemas. Admito, resignada, que aún no puedo contestar a mis propios interrogantes. Sin embargo, escribiendo una especie de reflexión, tal vez pueda canalizar mi frustración.
Pasaron tres días desde que escribí el párrafo que precede a esta oración. A veces es necesario que nuestros pensamientos reposen y sean trabajados en la consciencia, para luego ser plasmados nuevamente, inclusive si ello implica un cambio de perspectiva. Este fue el caso. Creí que quien fuera el autor de esos poemas no tenía relevancia para mi escrito, hasta que me di cuenta que su inspiración, cuestión central en mi reflexión, provenía de su interior. Fue así que tuve que indagar sobre su vida. Richard Brautigan pertenecía a la denominada Generación Beat de Estados Unidos. No obstante, los vaivenes que atravesaron su vida fueron la iluminación de aquel hombre que, ya tempranamente, parecía apagarse. Meses antes de su nacimiento, sus padres se separaron, y él sólo vio a su padre dos veces en su vida; éste último ni siquiera sabía que los unía el parentesco de padre e hijo. Cuando era niño, fue abandonado durante dos días por su madre en un motel, junto con su hermanastra. La madre, al igual que él, se vio involucrada en relaciones temporales e inestables. Así fue que Brautigan se sumergió en la literatura escribiendo poemas y cuentos a los doce años. A los 20 años, fue arrestado por la policía, aunque ese era su objetivo; ser llevado a prisión para poder comer. Según la misma policía, el reciente prisionero tenía un comportamiento perturbado, por lo que fue trasladado al hospital, donde le diagnosticaron esquizofrenia paranoica y depresión. Pese a esto, en febrero del siguiente año recibió el alta. Brautigan, en su vida adulta, estuvo envuelto por el alcohol que devino en una angustia crónica. Pues así, y esto luego de cuatro décadas de haber producido su obra, acabó finalmente con su vida disparándose con un revólver en la cabeza.
En ocasiones, pareciera que relatar una especie de biografía sobre un autor no adquiere el valor que se necesita para sentar las bases de su obra y, con respecto a esta, encaminarse hacia una reflexión. Digo a veces, porque, dadas las circunstancias, es notable la incidencia de los distintos sucesos que ha atravesado en su vida, sucesos que configuraron el puntapié inicial de su legado. Llegando al final de mi modesta reflexión, puedo decir que calmé la inquietud que, aquel miércoles, había invadido mi pensar. A decir verdad, un poco me entristece; Richard Brautigan fue uno de los tantos artistas que dejan este mundo sucumbidos en la angustia y la tristeza. De todas maneras, leer sus poemas me permitió, no solo descubrirlo a él, sino también, alucinarme con el arte de escribir.
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